EN ESTA VILLA NO HAY HOTELES, NI SIQUIERA PENSIONES DE CUARTO Y MEDIO. SU ÚNICO PRIVILEGIO RESIDE EN QUE, EN CADA UNA DE LAS CASAS ABANDONADAS, SE MANTIENE UN FOGÓN ENCENDIDO A LA ESPERA DEL CAMINANTE.
Monday, February 11, 2008
Domeño... nada
Esta imagen, una panorámica de un valle valenciano, tiene una peculiaridad, máxime estando aquí, en esta Villa dedicada al abandono. Si se fijan bien, a la derecha, en lo alto de un cerro, quedan las ruinas de un castillo, testigo difuso de tiempos muy pretéritos. Pero no es este el detalle que quiero resaltar en la foto. A la izquierda, a media altura del monte, podrán ver un muro que se confunde con la roca. Es un cementerio. Tampoco quiero hacer hincapié en esto, aunque lo merece. Ahora quiero que se fijen en el puente y el camino que lleva a las alturas, y en los campos marrones que se extienden aquí y allá. ¿Qué ven aparte de esto? Seguramente, y si tienen la vista afilada, muchas cosas... pero también la nada. Un vacío. Un solar. Un sitio que fue y ya no es. Ahí, justo ahí, donde ya no queda nada, se levantaba un pueblo precioso: Domeño. Ese camino que ven se perdía entre sus casas, en algún tiempo llenas de vida (les dejo el sobrecogedor ejercicio de buscar antiguas imágenes en el Google, pues yo tuve la desgracia de no ver siquiera sus escombros). Sus gentes, salvo algunos de sus muertos, tuvieron que marcharse (Domeño nuevo dista ahora bastantes kilómetros de este enclave). Un pantano quebró el futuro de este viejo Domeño, unas aguas que ni siquiera, como en el caso de tantos otros, llegaron jamás a cubrir la zona. El tiempo fue devorando las casas y unas máquinas de este progreso nuestro acabaron por borrarlas del todo. Y ahí queda su cementerio como irónico testigo. Ahí, en esa nada, hubo una vez un pueblo que rió, lloró, amó, vivió.
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